Época: Grecia antigua
Inicio: Año 2800 A. C.
Fin: Año 146 D.C.

Siguientes:
El ostracismo y las mistoforia

(C) Alvaro Cruz García



Comentario

La democracia ateniense sólo implicaba a los ciudadanos en las tareas de gobierno y en la elaboración de las leyes. Todos los ciudadanos eran iguales ante la ley, sólo existía diferenciación económica entre ellos. La elección de cargos públicos se realizaba por sorteo, remunerando a aquellos ciudadanos que no tenían posibles suficientes para dedicarse en exclusiva a la política. De esta manera se impedía que los poderosos coparan los cargos más importantes. El poder legislativo está en manos de la Asamblea (Ecclesia) que tiene la función de aprobar las leyes y los impuestos; en ella participan unos 3.000 ciudadanos aunque está formada por los 40.000. La dirección de la Asamblea recae en un consejo llamado Boule integrado por 5.000 ciudadanos elegidos por sorteo, siendo el consejo quien propone las leyes. El poder judicial está constituido por un tribunal (Helieo) que juzga las quejas de los ciudadanos; está formado por ciudadanos elegidos por sorteo en la Asamblea y tiene un equipo asesor integrado por juristas llamados arcontes. El poder ejecutivo está formado por los magistrados, dirige el ejército, la política exterior y la economía; su control está en manos de la Asamblea y debe obedecerla.
Según nos cuenta Tucídides (Historia de las Guerras del Peloponeso), el mismo Pericles, impulsor de la democracia ateniense, se vanagloriaba del sistema de gobierno:

"Tenemos un régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciudades, sino que más somos ejemplo para otros imitadores de los demás. Su nombre es democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino de un número mayor; de acuerdo con nuestras leyes, cada cual está en situación de igualdad de derechos en las disensiones privadas, mientras que según el renombre que cada uno, a juicio de la estimación pública, tiene en algún respecto, así es honrado en la cosa pública; y no tanto por la clase social a que pertenece como por su mérito, ni tampoco, en caso de pobreza, si uno puede hacer cualquier beneficio a la ciudad, se le impide por la oscuridad de su fama".

Otra opinión favorable a la democracia la expresó Jenofonte (La República ateniense):

"Opino que es justo favorecer al pueblo en general en detrimento de los nobles y los ricos, porque es el pueblo quien, al dar los hombres para la marina y el comercio, constituye la fuerza de Atenas. En consecuencia, justo es que participe de los cargos que dependen de una elección".

Una visión crítica con la democracia ateniense, más elitista y restrictiva la ofrece, sin embargo, Platón (Protágoras), quien se muestra partidario de dejar los asuntos de la política en manos de profesionales:

"En nuestras asambleas, cuando se trata de deliberar sobre una construcción, se hace venir a los arquitectos para que den su asesoramiento; cuando hay que construir barcos, se llama a los armadores... Pero si se trata de deliberar sobre el gobierno de la ciudad, entonces cada uno se levanta para dar su opinión, sea carpintero, herrero, zapatero, comerciante o armador; lo mismo ricos que pobres, nobles o campesinos, es igual".